- Nota Editorial / El triste historial de tragedias e inseguridad que arrastra la mina más profunda y simbólica de Chile vuelve a cobrar vidas en 2025. ¿Realmente hemos aprendido algo?
La tarde del 31 de julio de 2025, un sismo de magnitud 4,2 provocó el colapso de una galería en el proyecto Andesita, parte del complejo subterráneo de El Teniente, la principal mina de Codelco y la más grande del mundo en su tipo. Seis trabajadores quedaron atrapados y murieron bajo toneladas de roca. Sus cuerpos fueron recuperados tras casi 48 horas de búsqueda ininterrumpida. El país entero detuvo la respiración, las banderas bajaron a media asta, y la minería chilena volvió a vestirse de luto.
Pero este accidente no es una excepción en la historia de El Teniente. Es, más bien, un episodio más de una larga cadena de tragedias que desde hace décadas expone las fragilidades de seguridad en uno de los yacimientos más emblemáticos del país.
En 1945, un incendio subterráneo generó gases tóxicos que asfixiaron a 355 trabajadores, en la conocida Tragedia del Humo, la peor catástrofe minera en la historia de Chile y una de las más mortales a nivel mundial. Ese hecho marcó un antes y un después, aunque no impidió que nuevas fatalidades siguieran ocurriendo.
Décadas después, en 1990, un estallido de roca mató a otros seis mineros, en una explosión geomecánica asociada a la presión en los niveles profundos del macizo. Desde entonces, aunque se han implementado protocolos, sensores y simuladores de sismos, El Teniente ha seguido registrando accidentes con consecuencias fatales. Entre 2013 y 2023, al menos seis trabajadores murieron en distintos eventos dentro de la faena. En 2022, un operario perdió la vida por la caída de una roca. En 2018, otro trabajador de una empresa contratista falleció tras un colapso estructural.
Y ahora, en 2025, la historia vuelve a repetirse.
La respuesta institucional no se hizo esperar. El presidente Boric decretó tres días de duelo nacional, se activó una investigación penal por cuasidelito de homicidio, y Codelco anunció una auditoría internacional independiente para esclarecer lo ocurrido. Las declaraciones oficiales prometen cambios, pero los sindicatos y expertos del sector ya han advertido que la raíz del problema no está solo en el sismo, sino en las condiciones de explotación, la cultura del riesgo y la presión por cumplir metas productivas.
El Teniente es más que una mina: es una postal del esfuerzo obrero, una columna vertebral de la economía nacional, y también un espejo de nuestras fallas estructurales en materia de seguridad. Con más de 120 años de historia y 4.500 kilómetros de túneles excavados, el yacimiento ha sido testigo del desarrollo del país, pero también de sus contradicciones: la riqueza que brota de sus entrañas ha tenido un costo humano demasiado alto.
Hoy, mientras las familias de Paulo Marín Tapia, Gonzalo Núñez Caroca, Álex Araya Acevedo, Carlos Arancibia Valenzuela, Jean Miranda Ibaceta y Moisés Pavez Armijo (Q.E.P.D.) intentan reconstruir sus vidas, el país tiene la obligación de aprender. Porque no basta con conmemorar tragedias pasadas si no se toman decisiones concretas para evitar nuevas muertes. La minería chilena no puede seguir avanzando con víctimas como costo asumido.
Cada accidente debería marcar un quiebre. Pero en El Teniente, lo que vemos es un patrón. Y cuando la historia se repite tanto, deja de ser accidente. Se convierte en negligencia estructural.
