Las reservas de litio en el llamado “Triángulo del Litio” (Chile, Bolivia y Argentina) representan aproximadamente el 60% a nivel mundial. En este triángulo, adicional a esta enorme concentración, Sudamérica posee la ventaja competitiva de que la minería no incorpora las operaciones unitarias de tronadura, carguío y transporte, sino que debido a que la ubicación es en salares, la minería es más bien de perforación de pozos y bombeo de las soluciones ricas en nitratos y litio desde los salares.
Es decir, es una minería “líquida”, lo cual hace que sea competitivamente mucho más barata que en el resto del mundo, donde se trata de minería de rocas propiamente tal, teniendo en contraparte un importante elemento ambiental de balance hídrico, para mantener el ecosistema de estos salares en equilibrio producto de la utilización a nivel industrial de esta agua.
De esta forma, esta posición privilegiada sudamericana de oferta y la alta demanda mundial proyectada y apalancada por la necesidad del mundo de baterías más eficientes para responder a los desafíos de electromovilidad, hace que la búsqueda de nuevas tecnologías y/o sustitutos sea una prioridad y una realidad no muy lejana. Tal como le ocurrió a Chile con el reemplazo del salitre de roca por el sintético durante la primera guerra mundial. En particular, el uso de magnesio y/o niquel como mezcla y/o reemplazo al litio en las baterías, hace varios años que pasaron desde las etapas tempranas de pilotaje TRL3 hasta su nivel TRL9 y 10 (nivel de testeo industrial), produciéndose baterías mucho más eficientes, siendo el magnesio y el niquel mucho más común que el litio.
Sin duda, al nivel en que avanzan hoy las tecnologías y el conocimiento, en unos 15-20 años más, el uso de este tipo de baterías estará masificado quitándose por ende un gran lugar respecto al uso en las baterías como componente principal.
Chile debe entender que el boom del litio es hoy, por lo cual la definición y ejecución concreta del plan nacional de desarrollo de esta industria debe ser hoy también. De otra forma se perderá una oportunidad de desarrollar no solamente un negocio, sino que también el “know-how”, potenciar las capacidades nacionales y apalancar esta extracción hacia un legado de conocimiento que nos acerque un poco más hacia ser un país desarrollado no extractivista.