- Por Cristian Sánchez, director de la carrera de Ingeniería Civil en Minas de la U.Central Región de Coquimbo.
Actualmente nos encontramos en un ambiente donde la incertidumbre se respira tanto a nivel regional como global, imposibilitando la proyección de posibles realidades concretas que permitan una ruta hacia el esperado crecimiento económico del país. Y es porque existe mucho riesgo y volatilidad en múltiples factores que van desde el aspecto legislativo (propuesta de nueva Constitución), políticas tributarias (como la propuesta de Pacto Fiscal), crisis económicas (como la que produjo el Covid), crisis internacionales (Rusia-Ucrania y ahora Isarel-Palestina) hasta las erradas gestiones de gobierno. Proyectar el crecimiento económico positivo en un entorno global complejo y en constante cambio, como el que se describe, es un verdadero desafío.
Entendamos que, frente a un escenario de este tipo, la visión de los inversionistas que apuestan por el desarrollo minero del país se vuelve borrosa, y a la vez llena de incertidumbres. La inversión en minería es de largo aliento, por lo que, sumar inseguridad exógena dentro de una industria ya saturada por factores endógenos cambiantes no ayuda a generar predictibilidad y a controlar probables riesgos financieros de un posible proyecto que puede durar 10 años o más.
Hay algunos factores que, por supuesto, están en nuestras manos y que por mucho tiempo se han pedido mejorar, como por ejemplo, la excesiva burocracia en el proceso de obtención de permisos ambientales, lo que puede resultar en retrasos significativos en la ejecución del proyecto y con ello un aumento de los costos, ya que se requiere más tiempo y recursos para completar los trámites y obtener la aprobación necesaria. Ante este escenario, se hace evidente la urgente necesidad de crear sistemas de evaluación eficientes y ágiles en la tramitación de los permisos que requieren los megaproyectos en nuestro país.
Otro punto importante que debe hablarse abiertamente en nuestra sociedad es el gravísimo impacto que provocan las posiciones tan contrapuestas y polarizadas de nuestros representantes políticos. Es un daño tremendo al desarrollo del país. Todos sabemos que es legítimo no estar de acuerdo, pero se vuelve peligroso cuando esas miradas son tan contrarias que ni siquiera es posible complementarlas hacia una idea país, y no una idea de partido político donde prima más la ideología que la prosperidad nacional. Frente a la realidad que vive el mundo, es sumamente contraproducente seguir con las dicotomías antagónicas que vemos todos los días.
Todos nosotros somos responsables del desarrollo de la sociedad en la que vivimos, en distintos grados por supuesto. Es hora de hacernos cargo y de una vez por todas lograr acuerdos y compromisos a largo plazo que nos permitan un escenario estable, con enfoques e intereses comunes, con una fuerte base en la cooperación y el diálogo.