- Por Ramón Rada Jaman, gerente de Ferrostaal Equipment Solutions.
Chile es un país pequeño y abierto, con una economía integrada al mundo, y por ende, expuesta a todo lo que sucede en los mercados mundiales. La concentración de nuestro comercio exterior en Asia y, sobre todo, en China, hace que el estancamiento nos caiga como un balde de agua fría.
Si a lo anterior, sumamos la crisis económica mundial; la caída en el número de proyectos mineros a desarrollar en Chile; y un menor nivel de inversión en 2023, vemos un escenario macroeconómico muy debilitado. Y como no, si a la abultada deuda pública sumamos un retroceso de 1,4% en la producción de cobre que, según Cochilco, alcanzó 5,25 millones de toneladas el año recién pasado, muy por debajo de los 6 millones de toneladas que debiéramos producir, tal como se proyectaba hace una década.
Tras conocer los resultados de desempeño de la industria, confirmamos que el año 2018 fue el último en el que la producción de cobre aumentó en Chile. Esto significa que la minería lleva 5 años decreciendo, por lo cual, si se quieren resultados diferentes, no podemos seguir haciendo lo mismo. Llevamos muchos años exportando minerales, cuando debemos exportar minería.
Hoy, a Chile le urge un plan de reactivación económica potente y efectivo, que incentive la inversión y facilite el desarrollo de proyectos; y no se trata de reinventar la rueda. Miremos la experiencia en Asia, Europa e, incluso, en Norteamérica, donde han aprendido a generar incentivos económicos a través de exenciones tributarias y permisos de operación.
De hecho, cuando Irlanda quiso impulsar con fuerza el desarrollo de la industria tecnológica generó una política de incentivos que atrajo a las grandes multinacionales, con creativos planes de exenciones tributarias; tasas decrecientes de impuestos y planes escalonados; invariabilidad tributaria; subsidios y políticas de formación; así como capacitación de alto nivel. Así, Irlanda -que en los noventa- mantenía indicadores de productividad y comercio inferiores a los que mostraba Chile, actualmente la economía más productiva del mundo, según la OCDE.
Incentivar la inversión en nuevas tecnologías y premiar a las empresas que invierten en sustentabilidad no sólo atraería inversiones de vanguardia tecnológica, también crearía polos de desarrollo regional. En este ámbito, las señales son importantes. No obstante, estabilidad política, seguridad y proyección económica no están garantizadas, aunque nuestro crecimiento dependa de ello.
Asimismo, una red integrada de valor es clave. En nuestro país mantenemos faenas mineras centenarias, donde empresas colaboradoras como Ferrostaal Chile, que cumple 75 años en nuestro territorio, se han desarrollado a la par con sus clientes, invirtiendo, creando empleo y agregando valor.
Como nación, hemos aprendido de las crisis; y las nuevas generaciones pueden enorgullecerse de que Chile haya sido, sea y siga siendo un país minero. Sin embargo, de todos depende acelerar la reactivación de la minería, una industria que siempre ha sido estratégica para el crecimiento y desarrollo del país.